Siete meses con sus días y noches. Siete meses con sus amaneces y atardeceres. Siete meses eternos…Siete. Que largo se nos ha hecho este tiempo clamando al Cielo para que el otoño hiciera su presencia y con él se abriera el tiempo de monterías. Y ya llegó, y con él las ladras y agarres, cochinos cruzando el cortadero y venados huidizos mirándote desde el viso. Tiros certeros y otros traseros y bajos… Alegrías y llantos.
¡Qué ganas, Dios mío, de preparar las armas y el macuto! De oler a tierra húmeda y ver las hojas de los árboles “cobardes” caer ante el frío que se avecina, mientras que encinas y alcornoques se mantienen vestidos para dar cobijo a las reses que nos harán disfrutar de mágicas jornadas soñadas en las noches de verano.
Ya sea desde Bordalo o Chaves, Escudera o Las Mayas del Cofre sus manchas chismosas nos gritan en silencio que en ellas se refugian cochinos y venados, que el verano, ya pasado, los ha tratado bien y aguardan en sus encames tramando sus planes de huida, para cuando sientan los todoterrenos cruzando sus veredas camino de las posturas.
Vendrán días fríos después de heladas nocturnas donde las solanas serán nuestras aliadas, cierzo chivato delatando nuestra presencia, días despejados donde Lorenzo nos calentará los huesos y lluvia fría y constante que sellará los oídos para volverlos sordos. Pero nada. Nada, nos robará nuestra ilusión de salir al monte.
La junta nos espera. Acudimos a ella ansiosos de ver a amigos monteros, y mientas se degustan unas migas, se hace un repaso breve de la berrea y de las citas con los duendes del bosque, para continuar con las esperanzas depositadas en esta nueva temporada.
El capitán de montería nos recibe con alborozo, con nervios e ilusiones, ha invertido mimo y trabajo, los meses de estiaje, para que todo esté bien dispuesto y los días marcados de caza en su calendario sean exitosos. Unas palabras de saludo, unas normas escritas a fuego y un Padrenuestro al Cielo dará paso al sorteo.
El sorteo ya ha empezado… Conocedores de la mancha tenemos echado el ojo a varios puestos de la traviesa del Bayón, la traviesa de los Zarzales y el cierre de Rodela. La mano inocente, que más tarde sujetará el arma del triunfo o desesperación, se introduce en la cesta y saca la bendita tarjeta. Son segundos de deseo los que transcurren antes de leerla y ver si el destino ha querido premiarnos con esa armada anhelada.
Todo está dicho y hecho. Trastos preparados y a la espera de que nos nombren para irnos a gozar de un adelanto del paraíso. Postores entrenados, conocedores de su tarea, nos dejan en ese pedazo de tierra de la que seremos sus guardianes a la largo de la mañana.
Ya se oyen la entrada de los perros a la finca, los camiones cargados de canes se encaminan a la suelta. Podencos, mastines, dogos argentinos… están locos de alegría a la espera que el perrero les libere de su calabozo y grite: ¡vamos allá los perros buenos!
La suerte está echada ¡Viva la montería!
A Pedro Habela Martínez-Estéllez, gran orgánico y mejor amigo.
Firmado: CRISTINA CLEMARES PÉREZ- TABERNERO
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